Zaqueo, date prisa porque es necesario que hoy me quede en tu casa

Hoy en el Evangelio hemos escuchado el encuentro de Zaqueo con Jesús. Zaqueo había oído hablar de Jesús y por eso cuando éste entró en Jericó e iba atravesando la ciudad, trataba de ver quién era.

Zaqueo sólo quería ver, pero no lo lograba a causa de la gente, porque era bajo de estatura y se subió a una higuera para verlo. Zaqueo siente interés por Jesús pero no quiere acercarse más a Él. Seguramente siente vergüenza por ser el jefe  de los publicanos y tener fama de ladrón entre los judíos y prefiere mantener la distancia.

Nosotros podemos vernos reflejados en Zaqueo: hemos oído hablar de Jesús, sentimos interés por Él, estamos por donde sabemos que va a pasar, venimos a la Eucaristía, pero sin asumir un verdadero compromiso con nuestra fe.

Puede ser que nos falten ganas para transmitir la fe cristiana, de que vivamos acomodados, poco comprometidos, no cuidemos nuestra vida espiritual y participemos poco en las tareas  pastorales. Nos quedamos subidos en nuestras higueras personales, en nuestra comodidad y seguridad.

Pero Jesús al llegar a aquel sitio levantó los ojos y dijo a Zaqueo: “date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa”. Jesús quiere que Zaqueo baje y se comprometa, quiere contar con él, aunque Zaqueo no se crea digno de ello, le dice que es necesario.

Y Zaqueo se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento en su casa. Este encuentro con Jesús lo convirtió en discípulo y actuó en consecuencia, de un modo concreto y efectivo: la mitad de los bienes se los doy a los pobre y si he defraudado a alguno le devolveré cuatro veces más.

Hoy Jesús pasa por nuestra vida y nos repite: “date prisa” y baja de tus higueras personales, de tus comodidades, de tus excusas, de tus miedos. Sea cual sea tu pasado, tu presente, tu situación personal, es necesario que me quede en tu casa.

Muchas veces somos cristianos pasivos y cómodos. Nos falta la experiencia de ser llamados por el Señor para bajar rápido de nuestras higueras y seguirle como discípulos apóstoles.

El Señor quiere nuestra salvación, ojalá lo recibamos muy contentos para que transforme nuestra vida y actuemos de un modo concreto y efectivo.

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