Jesús un rey, pero diferente a los reyes de este mundo
Hoy llegamos al final del Año Litúrgico, el domingo que viene comenzaremos el Adviento. Y en este último domingo celebramos a Jesucristo rey del Universo. Pero lo contemplamos desde nuestra situación actual, personal y de toda la humanidad, afectados por la cruz, de múltiples formas: en una enfermedad grave, en la pérdida de un ser querido, en los desengaños, fracasos, en las desgracias, en las catástrofes,… Y e muy probable y muy lógico que tanto en no cristianos como cristianos, surja la pregunta: ¿Dónde está el Rey del Universo? ¿Por qué no actúa?
En el fondo es el mismo reproche que los diferentes personajes que aparecen en el Evangelio hacían a Jesús; Las autoridades hacían muecas a Jesús diciendo: que se salve a sí mismo, si Él es el Mesías de Dios. Se burlaban también los soldados diciendo: Si eres tú el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
No debemos juzgar ni condenar a estos personajes, porque también nosotros, quizá no de palabra, pero sí en el pensamiento, decimos lo mismo, a menudo con dolor, rabia o desesperación.
Y la respuesta nos la da también el otro malhechor. ¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en la misma condena? Dios en su Hijo hecho hombre por nosotros y por nuestra salvación está en la mima condena que todo ser humano sufriente. Jesús Rey del Universo se ha hecho solidario con todos porque también participó de nuestra carne y sangre y porque nos amó hasta el extremo experimenta el dolor y la muerte en cruz, e incluso el abandono de Dios cuando grita con voz fuerte: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Pero en esta situación, mantiene la confianza en el plan de Dios y por eso promete al buen ladrón: hoy estarás conmigo en el Paraíso. Gracias a esta solidaridad de Jesús con todos, podemos vivir la cruz y el dolor con esperanza en Dios, porque ha sido justamente el que el Hijo de Dios se ha hecho uno de nosotros y haya asumido nuestra muerte lo que nos ha unido con Él en la victoria.
Nuestra época se siente más cercana del Cristo que cuelga del madero de la cruz que el Cristo glorioso como Rey del Universo. Pero el Rey a quien hoy celebramos, crucificado en la misma condena que nosotros, pero resucitado por el Padre es la garantía de todos los que sufren por cualquier cruz, para todos los humillados, agraviados, oprimidos, hambrientos, perseguidos,… viven con angustia y no encuentran sentido a su vida.
Y ver a nuestro rey del Universo en la cruz, en la misma condena que nosotros es una llamada a llevar la carga del prójimo y a luchar siempre que sea posible, por evitar o disminuir el sufrimiento. Sin embargo habrá mucho dolor que nos será imposible aliviar. Y nos volveremos a preguntar, dónde está Dios y por qué no actúa. Pero entonces al recordar y contemplar a Jesús en la cruz, padeciendo la misma condena nos confortará.