“Si tuvierais fe como un grano de mostaza…”
A nadie nos gusta esperar. Cuando estamos esperando el autobús, o en la consulta del médico, o para que nos atiendan en cualquier sitio y vemos que van con retraso, empezamos a ponernos nerviosos y a protestar.
Tampoco nos gusta esperar a que Dios atienda nuestras oraciones y nos conceda aquello que le pedimos. Cuando no vemos la respuesta de Dios a nuestra oración, decimos como el profeta Habacuc: “¿Hasta cuándo Señor, pediré auxilio sin que me oigas, te gritaré: ¡violencia!, sin que me salves? ¿Por qué pones ante mí, destrucción y violencia?
En algún momento de nuestra vida, hemos hecho a Dios estas preguntas: ¿Hasta cuándo? Y ¿Por qué?, ha sido en situaciones difíciles a las que no vemos ninguna solución, unas veces con dolor, otras con enfado y rabia, y no tenemos que asustarnos por ello: con Dios tenemos que ser sinceros y tanto vale la oración que se hace en un estado de paz interior como la que hacemos con rabia.
A lo largo de toda la Biblia encontramos personajes que han suplicado, gritado y llorado a Dios en su oración. Jesús mismo con gritos y lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte.
Y Dios no se hace el sordo ante nuestras preguntas, como también decía la primera lectura: El Señor tiene su tiempo, es paciente. Los tiempos de Dios no son nuestros tiempos. A nosotros nos puede parecer que Dios se retrasa en actuar: tenemos que tener esperanza, su acción salvadora llegará.
Ante nuestras dudas de fe y esperanza, tenemos que pedir como los apóstoles: “Auméntanos la fe porque ante las angustias, las tristezas y problemas que nos amenazan debemos confiar en Dios.
Y Jesús nos responde: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza. Le diríais a esa higuera: Arráncate y plántate en el mar y os obedecería.
Como hoy nos dice el apóstol San Pablo: te recuerdo que reavives el don que hay en ti… y ese don es el Espíritu Santo que habita en nosotros. Cuando nos parezca que la acción de Dios se retrasa, cuando algo nos haga preguntarnos: ¿Hasta cuándo? Y ¿Por qué?, invoquemos al Espíritu Santo para recordar que Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de de fortaleza, de amor y de templanza.